UN HERMOSO BAÚL


Había una vez en una ciudad de Londres una magnífica tienda de antigüedades, a la cual asistía una numerosa cantidad de clientes.
La señora Anne, dueña de la famosa tienda, sentía un cariño especial por una de sus antigüedades. Era un hermoso baúl de madera con complejos dibujos tallados por todos lados.

La señora Anne cuando se acercaba al baúl le parecía como si este tuviese vida. Ella le hablaba de sus cosas, de lo que ocurría en la tienda, de las cosas que le gustaban o molestaban. A veces, en las largas tardes de invierno, le contaba historias de cuando era joven, de sus hijos cuando eran pequeños...

Un día muy de mañana al acercarse a él, se dio cuenta  que estaba su tapa entreabierta. De éste salía una suave música y un perfume inigualable.  Anne subió muy despacito la tapa y de repente, se encontró dentro del baúl. Ella quedó sorprendida y un poco asustada, pero enseguida escuchó una  suave voz que le decía : Anne, querida Anne, no tengas miedo, soy yo quien te habla, tu hermoso baúl.
Ella se tranquilizó un poco, pero seguía sin entender lo que estaba ocurriendo.
No le importaba mucho porque allí sentía una paz inmensa.
Aquello era un mundo nuevo, lleno de alegría donde existían otros muchos objetos que tenían vida. Todos, amables y muy educados, se acercaron a conocerla y desde entonces se hicieron muy buenos amigos.
Anne como siempre empezó a hablar y no solo con su baúl, sino con todos y ellos le contestaban, le hacían preguntas, se reían mucho juntos, le hacían sentirse muy especial.
Llevaban como tres o cuatro horas charlando, riendo, cuando de pronto, se escuchó el tintineo de una campanilla. Era la de la puerta de la tienda. Anne rápidamente salió para atender al cliente.
Se trataba de un Señor muy apuesto y adinerado, el cual se enamoró del baúl. Le ofreció a Anne una gran suma de dinero por él y cada vez que ella inventaba cualquier excusa para no venderlo, el apuesto caballero le ofrecía más y más hasta que lo consiguió y se lo llevó.
Anne se quedó muy triste. La tienda sin su baúl ya no era igual que antes, no tenía con quien charlar, se sentía muy sola.

El caballero llevó el baúl a su casa, lo colocó en su habitación a los pies de la cama. Cuando se dormía el baúl empezaba a molestarlo, levantaba su tapa y la dejaba caer dando portazos.
A la semana de estar con él, el caballero ya no podía soportarlo más, y lo devolvió otra vez a la tienda. Le dijo a Anne que estaba defectuoso y que el dinero se lo podía quedar.
El salió en un pispás de la tienda, ya no volvió por allí nunca más.
Ella le estuvo muy agradecida y quiso obsequiarlo, pero no le dio tiempo. Cuando Anne entró al almacén a por un regalo para él y salió, ya no estaba.
La tienda se llenó de nuevo de alegría y Anne pasó el resto de su vida con su baúl. 

Seudónimo: La chica de agua